miércoles, 9 de marzo de 2016

¡Felicidades!

Hoy se cumple un año desde que todo empezó...


Una tarde como otra cualquiera... Un recreo como los demás... Con la pequeña diferencia de que nosotras ya estábamos juntas.
Ha sido un año lleno de sueños y esperanzas, de alegrías y risas. Quizá hubo momentos malos o difíciles, pero entre todas conseguimos hacerlos mejores. Porque nos apoyamos y nos queremos y es lo único que nos hace falta para seguir adelante; saber que hay alguien ahí que pase lo que pase cree en ti.
Y por eso quiero agradeceros que hayáis estado conmigo, que me hayáis soportado 366 días y que me sigáis queriendo a pesar de todo.
Espero que nuestra amistad dure mucho más de lo que podamos contar y este proyecto de blog sea el primero de muchos más.

Cuando las personas que aprecias están a tu lado, no existen los imposibles...

viernes, 19 de febrero de 2016

El vampiro olvidado

¡Hola! El vampiro olvidado es una historia que creamos entre las cuatro y que en su día decidí escribir para recordarla. Casi se podría decir que es como el inicio de nuestra amistad.

10/03/15

El único ruido perceptible era el del crujido de unas patatas fritas mezclado con la conversación de cuatro jóvenes. La iglesia se erguía, solitaria, junto al banco que ocupaban las alegres muchachas, ignorante ante lo que estaba a punto de suceder.
Todo comenzó con una botella agitada.
Una de las jóvenes abrió su botella de coca cola y su contenido le cubrió el pantalón de lunares oscuros. Las cuatro se rieron. Después, acompañada por la suave brisa de finales de invierno, la joven de la coca cola se levantó del banco y cogió la bolsa, ya vacía, de patatas. Las otras tres amigas la observaron curiosas acercándose al cubo de basura, y también vieron a un grupo de motoristas pasar en ese instante por la carretera. Un escalofrío las recorrió por dentro y trataron de advertir a su compañera de ese peligro indeterminado que presentían.
Pero nada. Las motos pasaron de largo y las jóvenes se permitieron un momento de relax; lo suficiente. La otra muchacha llegó hasta su destino y echó en él la bolsa vacía. Inesperadamente, una despiadada mano salió del cubo metálico, agarró a la joven y se la llevó consigo tan veloz como había aparecido. No pudo gritar y sus amigas no pudieron reaccionar; se levantaron inmediatamente y corrieron hacia el cubo de basura.
Un ruido de motores les impidió avanzar. Los motoristas que tan mal presentimiento les habían transmitido habían conducido hasta el otro lado de la iglesia y las esperaban. Sus expresiones eran crueles y viles, como sus intenciones. Hacían rugir las motos elevando un humo negro hasta más arriba del campanario. Las tres jóvenes estaban inmóviles, conscientes de que lo menos que iban a recibir de esos hombres era un secuestro. Ellos se separaron de las motos y, despacio, avanzaron hacia sus temblorosas presas.
A pocos metros de ellas, casi seguros de que nada podía quitarles su botín, la puerta del transepto de la iglesia se abrió. Pero no salió un cura o un orante, no, ¡salió un zombi armado con una metralleta! Las muchachas instintivamente se echaron al suelo y cubrieron la cabeza con las manos. Los motoristas no fueron tan inteligentes y recibieron de lleno los disparos del zombi.
Sus cuerpos inertes cayeron al suelo con un ruido seco, pero, a pesar de todo el jaleo, ningún habitante de aquella villa se dignó a acercarse y descubrir lo que sucedía. Las tres muchachas que quedaban se levantaron cautelosas y se arrastraron hasta la parte trasera del banco. Sus respiraciones eran agitadas y estaban demasiado asustadas como para gritar.
El zombi permanecía allí, dispuesto a disparar en cualquier momento. Cuando parecía que la esperanza había desaparecido, una de las amigas, la de cabellos más largos, se levantó con seguridad y señaló el campanario de la iglesia.
   ¡Allí! ¡Batman nos salvará!
Las otras dos no entendían su euforia, solo llegaban a distinguir una bolsa negra sobre el campanario. Pero su compañera fue demasiado ingenua. El zombi disparó descontroladamente hacia el campanario y Batman, o la bolsa, recibió más disparos de los que cualquier ser vivo o inerte puede soportar. Sin embargo, continuó erguido/a, con dignidad, dispuesto/a a resistir hasta el final.
La joven de cabellos largos recibió una bala perdida del zombi y cayó al suelo. Sus amigas la socorrieron. Aún respiraba y si salían de allí, al menos tres de ellas habrían logrado sobrevivir, porque el destino de la cuarta era desconocido…
El zombi chilló y las muchachas creyeron que había llegado su hora. Sin embargo, el suelo tembló a tiempo y desequilibró al muerto viviente, aunque no soltó la metralleta. A partir de ese momento todo sucedió demasiado deprisa.
Un vampiro, no nos olvidemos del vampiro, salió por la misma puerta que el zombi; pero solo llegó hasta ahí.
La iglesia estalló en una inmensa explosión que se llevó por delante al zombi y al vampiro, a Batman-bolsa y al cubo de basura; a las tres amigas y probablemente a la cuarta. Si quedaba alguna posibilidad de sobrevivir, había desaparecido con aquella explosión.
Y finalmente, la iglesia continuó estallando en purpurina rosa.